viernes, 7 de noviembre de 2008

Una salvación posible

Otra conversación bizarra. 8 de octubre 2008

A-Y si el pasado nos persigue para siempre? Y si no podemos mutar?
B-Entonces, querida, podrías sentirte libre para llorar o dejarte tragar por la tierra. Pero no es así… No puede ser así…
A-Entonces enseñáme a sacarme de encima a la persona que soy y que ya no quiero ser.
B-En cuanto acabe de lidiar conmigo mismo… (en realidad, creo que ya no te sirvo). Pero quién te dice que este berrinche tuyo no es más que un mal sabor fugaz en esa vidita tuya.
A-No lo siento así. Algo se rompió, ya no creo en nada ni en nadie. Vivo por inercia… Todos son posibles enemigos…
B-Si ya no crees en nada ni nadie, entonces estas lista para comenzar de nuevo y tratar de darle al mundo la forma que te apetezca. O podés dejarlo así, incorpóreo, y flotar a la deriva durante una eternidad de algunas semanas. Y sí, todos somos posibles enemigos, siempre.
A-No quiero que mi mundo sea así… es tan horrible no creer que hay una salvación posible…
B-Horrible? No lo se. Yo pienso que creer que estamos perdidos es mejor todavía que simplemente no saber, algo que me es insoportable. Con conversaciones como ésta pienso que algún día te voy a ofrecer que nos matemos juntos.
A-Sí, pero después de los cuarenta. La vida sin belleza no es interesante… No tendríamos nada para destruir.
B-Si tú lo dices…

Pequeñas vergüenzas diarias


Marcadores kármicos. Viajes a la noche que causan caos emocional. Un pseudo-triángulo amoroso, palabras coaguladas. Caminar tomados de la mano, entender porqué nunca podría mirarte de otra manera, ni vos a mí. La teoría de la hermanita, los agujeros, viajes en bondi y el tiempo que gira en redondo. Como nosotros, que no paramos nunca, y por eso nunca nos encontramos en los ojos. (1-11)


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Yacer en los brazos de un amor postrado y moribundo. Caer en un entresueño químico de alucinaciones horroríficas. Sentirse morir. Sentirte morir. Sentir cómo se te escapa la vida. Encontrarme a mí. Desnuda en mi cama, sangrando otra vez… Chorros de tinta y manchas por todos lados. La música lentamente llena mis oídos, llevándose mi ánima. A nivel del piso sin poder levantar este cuerpo que me pesa más de lo que debería. (20-10/ 24-10)


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(30-9) Aquello que juramos no hacer se está volviendo incontenible e incontrolable, represa a punto de quebrarse, en los baños y en las plazas. Sigue creciendo con cada mirada, con cada golpe de espada, con cada derramamiento de sangre se hincha y agranda y desborda, ruido en decibeles insoportables para el oído humano, tu voz en mi cabeza. No puedo sentir otra cosa acercándose a mí más que tus pasos (pies que cantan la historia de nuestro encuentro).


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Tengo la imperiosa necesidad de tomar algo tuyo, algo que sientas como propio pero que esté a mi alcance, una canción, un libro, palabras que te persiguen y hacerlas mías, ensuciarlas con mi huella, mi imagen, moldearlas para darles un nuevo sentido, para que no puedas escucharlas sin pensar en mí, dejarles una mancha imborrable… Para que te torturen eternamente. (24-9)


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Perdiendo el rastro del plan que creí tener, del deseo que me atormentaba, ya no más… Ya no más mutilación, ni silencio: las bombas caen a cada minuto, ensordecedores estallidos de ira y violencia dirigida hacia el exterior, catarsis impulsiva, impetuoso instinto liberador. Adaptabilidad extrema a un medio hostil. A cada paso un grito, a cada suspiro un golpe. Sacando de mi alma la sangre innecesaria, sobrante, las mentiras piadosas, las miradas de lujuria, la suciedad y el pegote de estar consciente todo el tiempo. Sabía que era asqueroso, pero tenía que saber cómo era, probar un pedazo de la realidad de Horacio, del pánico de la costumbre, dejar de vivir en el sueño… Perder el rumbo, para descifrar si ahí estaba mi camino… (24-9)


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(16-9) Quiero mi libertad. Volver al rojo y a mí, a la que era antes de tener otro alma pegada, antes de conocer otros ojos, antes de contaminar lo que era y que jamás podré recuperar… (aunque me haya arrojado de cabeza al abismo).




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Quiero, mujer
Hundirme en tu profundidad
Que cierres tus ojos para
Sentir mis manos
Hundiéndose en tu sexo
Tu deseo húmedo hasta
Gritar el placer que te doy.

(8-9)

Quince líneas y un paréntesis.


Solía ser como Penélope.

Reír de los fantasmas del pasado.

Siempre fuiste una belleza.

Que se te prenda fuego el corazón.

Un cuerpo vacío de significado.

Ésas que solíamos ser ya no existen.

Disparador peligroso: te hice feliz en algún momento?

No confiar en mi sangre.

Saber que hoy te vas a acostar pensando en mí.

Miedo de lo que pudo haber sido.

Porque olvidas cuánto mal te han hecho.

Hoy mi corazón está turbado.

Ojala pudiera sincerarme con vos.

Recuperar lo perdido es imposible.

Fatalmente ligada a mi destino.

(Extrañar la ilusión de una persona. Un pacto roto en miles de pedacitos, pequeñas escenas tortuosas que aún llevo a flor de piel. Extrañar la forma en que bailábamos).




Escrito entre el 2-11 y el 5-11-08

Más allá. Capítulo 2


Lo que siguió a esa tarde fue completamente natural. Ella perdió la vergüenza de a poco, dejó de usar tantas ropas negras –sus colegas le decían “la viudita”- y las reemplazó por otras, rojas, blancas, verdes, faldas informales, remeras con dibujos. Su transformación era notable y sin embargo escondía, a cualquiera que le preguntase, las verdaderas causas de su cambio. No se sentía lista todavía para abrir sus sentimientos al mundo, y sin embargo se despertaba cada día con un solo pensamiento: se estaba enamorando, lentamente, y se dispuso a disfrutar cada segundo del proceso. Algunas cosas jamás se moverían. Quería hacer de éste un amor cuidado, maduro; la impulsividad de la adolescencia había quedado atrás hacía mucho tiempo, y la posibilidad de encontrar una mujer con quien compartir la vida la llenaba de entusiasmo. Sería ésta la oportunidad tan esperada?
Nunca se había preocupado tanto por otra persona. Sus amores habían sido fugaces, impulsivos y llenos de confusiones que sólo le causaron miedo y dolor. Ahora sentía, presentía que ella era distinta, que estaba lista para arriesgarse, para hablar en serio por primera vez. Se miró al espejo, comprobó que su vestido nuevo combinara con los zapatos que compró para esa noche. La flaca llegaría en veinte minutos, se habían prometido no hablar de nada serio en el camino al restaurant, querían olvidarse del mundo por un rato, cenar y postre, nada de bailes: ella buscaba la tranquilidad de un abrazo. Seis meses exactos desde el primer café, recordar los nervios y las palabras en voz baja, la flaca que se reía cada vez que ella enrojecía de vergüenza, “pero no, muñeca, si esos ojos brillan tanto, no los cierres nunca…”. Le devolvió el cumplido con una caricia, llegó la hora de pedir la cuenta y salir, caminar por la ciudad iluminada.
-Dónde podemos ir a ver las estrellas?- preguntó ella. Sólo deseaba retardar el adiós, retener a su lado esos labios que ya sentía suyos (era amor? Ya podía decirlo de esa manera?)
-Bueno… hay un lugar cerca, un parque…-. La flaca la miró extrañada, y luego entendió. La tomó de la mano, y llegaron al lugar cerca de la medianoche. Encontraron un banco y juntas se quedaron ahí abrazadas, mirando al cielo en silencio. Ella esperó por una estrella fugaz para entregarle su deseo, pero no encontró ninguna, y decidió rogarle a todas que cuidaran éste recién nacido amor que llevaba sobre su pecho, y que se había convertido en la razón para levantarse cada mañana.
Estaba inquieta. No quería perder el momento, arruinarlo hablando: pero eso que sentía se le iba a explotar entre las manos si no se desahogaba. Y qué mejor situación para hacerlo que ésa? Demasiada cursilería, se dijo. Pero se detuvo de repente al ver que la flaca la miraba extasiada: ella había estado gesticulando sin darse cuenta, mientras la observaban con una sonrisa burlona apenas esbozada.
-Porqué me mirás así?-
-Estabas hablándote sola, y haciendo caras…-
-Lo sé, es que tengo que decirte algo.-
-No me asustes, muñeca. ¿Pasa algo?. ¿Hay algo que te moleste?-. Semejante anuncio la dejó perpleja: no sabía qué esperar.
-No… es que… desde hace un tiempo que…-
Ella hablaba muy poco, y la flaca esperó a que terminara la frase. Sabía que no podía presionarla, que a ella las palabras le salían en los últimos segundos antes de estallar, a chorros, como un géiser; lo mejor era dejarla ordenarse y ser paciente.
-Sabés que no me gustan las etiquetas, que nunca hablamos de una relación seria pero, yo te amo…-
Jamás se lo dijo a otra mujer, y por un momento le ganó el pánico. Pero la sonrisa de la flaca y los besos con los que le cubrió la cara le hicieron comprender cuánto valían las palabras que acababa de pronunciar. Sintió en el corazón una tibieza líquida, como si la envolviera una ola de un mar de verano.
-Yo también te amo.-
Lo entendió. Era feliz junto a ella, y ya podía dar el siguiente paso.


Escrito 22-10-08

Exorcismo


Anoche me robé una mujer, y la destrocé en mil pedazos. Me robé su pelo, sus manos, sus dientes y sus piernas. Con una mirada logré que me siguiera. El resto fue fácil. La encerré entre mis brazos, bebí de su miel; la agoté en todas sus fuentes. Tendida y sin vida la abandoné, dejándola a merced del viento. De nada servía atar mi cinta negra a sus muñecas: ella era una gata antes de conocerme, y lo seguiría siendo mucho después. Me reconocí en su rostro cubierto de lágrimas, sus heridas eran las mías, sus pies eran mi sombra. Esa sumisión, esa espera habían sido mías alguna vez, y ahora me asqueaba contemplarlas, saborearlas con mis ojos. Algo en ella me decía que era imposible alcanzarla, que su verdad estaba mucho más allá de la mía, en donde el sentimiento no puede razonarse. Y en un arrebato de furia contra mi propia impotencia -era incapaz de darle otra cosa que no fuera dolor- la golpeé con todas mis fuerzas, alejándola, arrancándola de mi lado. Pero sus marcas ya estaban clavadas en mí, y aunque intenté lavarlas, taparlas con otras manos, no pude quitármelas de encima. Por eso tuve que sangrarlas, intentando olvidar esa noche en que fui dueña de su alma sólo para degollarla con mis propias manos, inútil imitación de una suavidad que nunca podré recuperar.


Escrito 23-10-08