sábado, 20 de diciembre de 2008

Recuerdos compactos.

Al fantasma gato le gusta jugar a las escondidas. Le gusta sentirse buscado, llamado a escena, dramatizado hasta el aburrimiento. Se enmascara, se repite a sí mismo, se asusta y vuelve a cometer los mismos errores: cree que nadie lo ve cometer sus crímenes, cree no lastimar con su incredulidad y jugarretas a los que la rodean. Es sólo una niña… (6-8)


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Aire viciado. Miradas que se encuentran a la luz de una vela. Insinuaciones sutiles, deseo de la piel encendida en un tormento de fuego. Un solo suspiro y estaré tan cerca de ti que no podrás establecer el límite entre tu cuerpo y el mío. ¿Acaso no era eso lo que buscabas, lo que querías saber? Cómo se siente mi boca contra la tuya, mi anhelo luchando con tu impulso? Una hora desequilibrada, un nuevo participante entre nosotras, tú y yo y la locura. (13-8)



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Voces sensuales, ritmos lentos, susurros y suspiros en un silencio tibio… no me siento bien cuando tengo tanto calor y vos no estás conmigo para calmar mi sed. Sé que estoy pidiendo demasiado, pero algunas veces creo que no llegarás a conocerme… Por eso sigo siendo un inentendible a tus ojos, porque nunca exprimiste hasta la última gota de mi deseo, nunca te quedaste el tiempo suficiente para verme renacer… (11-7)

Vulnerable


Pazchi hoy no tiene ganas de ser Pazchi. Quiere ser un gato o un pájaro… ser invisible, ser un espíritu intangible, una mariposa. Pazchi no quiere vivir como un ser humano. Quiere morir y renacer como una florcita silvestre, o ser piedra de un arroyito escondido. Pazchi quiere ocultarse, que nadie vea su rostro, enmascararse y pasar desapercibida. Pazchi hoy no tiene voz: se la robaron, y después la prendieron fuego, así que ahora no puede recuperarla. Desea desaparecer, sólo esfumarse en el aire, desangrarse para desprenderse de una vez por todas de este cuerpo que la tiene presa…
(9-3-08)

La belleza de la tortura morbosa.


Las únicas mariposas que aletean en mi estómago cuando te veo son las mariposas decapitadas. Ésas que perdieron la cabeza al mismo tiempo que tu amor se fue de mis brazos, y ya no supe reconocer tu voz entre miles… tantas mariposas murieron ese día que a un pequeño grupo se le permitió por gracia divina seguir palpitando a la par de tus pasos acercándose. Pero la gracia divina no es perfecta, y aquellas pobres ya habían perdido la cabeza… así continúan batiendo sus coloridas alas, condenadas a sobrevivir a un amor que ya murió pero dejó su marca en mí eternamente. Casi como mariposas vampiras. Casi.
(¿Lo sabrás?)

Atardecer de verano


“Sos una salvaje” me dijo y yo me quedé mirándola. Un lágrima cayó, y me di cuenta de lo que significaban sus palabras, esa expresión en su rostro que había visto tantas veces. A pesar de que la conocí un par de meses atrás, se había despertado en mí un terrible deseo de sacarle una a una todas las sonrisas posibles… Algunos días lo lograba, aunque nuestros primeros encuentros terminaron tan abruptamente que apenas si alcanzamos a intercambiar unas pocas frases. Solíamos cruzarnos por casualidad en algún lugar insólito, casi como si el destino nos marcara el camino: la Terminal de ómnibus, algún espectáculo nocturno, una calle alejada del centro de la ciudad. Y muchas otras veces, al pasar el tiempo, nos pusimos de acuerdo para coincidir en la plaza, sólo para tirarnos panza arriba a mirar las nubes. Un pedacito de cielo para nosotros, y nos conformábamos. Jamás nos tocamos: nuestro amor –si es que se puede llamar de tal forma- se escondía en las miradas, en los poemas que nos enviábamos para después compartir opiniones, en un roce intangible de las almas… No se me hubiese ocurrido acercar siquiera mis manos a las suyas, tal vez el mismo cielo que mirábamos se cayera a causa de nuestra imprudencia.
En la única ocasión en que mi mano descuidada se movió a centímetros de su hombro, la vi ponerse pálida como la luna y luego un rubor escarlata le cubrió las mejillas. No podría describir la mezcla de miedo, dolor y fuego que me invadió: el verla sonrojarse de esa manera se hizo evidente que aún conservaba toda la inocencia de una mujer que aún no ha sido descubierta y observada completamente… (10-3-08)

A medianoche.


Mi esmalte gastado, otra canción, una foto corrida, mi gato, mi cama, tinta ensangrentada y una lapicera roja. (Sigo pensando en vos). Miles de preguntas que surgen, una lengua distinta a la mía, aunque no tengo ninguna respuesta. Insomnio de diciembre. (Tu fantasma se niega a irse de mi lado). (4-12)


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La idea de ser nuevamente un misterio para vos me excita. Hay tanto que ya sabés y tanto que no, tantos lugares nuevos, tanta fuerza escondida. (Y pensar que tu olor me es tan familiar como el agua en verano). Fue tan natural pensarte otra vez… hasta que vi en tus ojos el reflejo de una catedral en París. (26-11)


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Ser una pequeña Alejandra. Ser la imitación de la mujer que vaga en el patio, entre las violetas, tomando el té con masitas en una bandeja de plata. Pero yo no quiero encontrar la locura, verla cara a cara; sólo flirtear con ella, jugar con su patito de hule, chapotear en su bañadera… No voy a caminar sobre las huellas de otra soñadora… (26-11)


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Pactos de silencio. Yo no existo, tú no existes. No estás en mi vida, y yo tampoco puedo ser parte de tu círculo. Giramos sobre las puntas de nuestros pies, pero nunca en círculos… es nuestro trato, una tregua que sólo vos y yo conocemos. Nos hablamos aunque nadie más escuche el sonido de nuestras voces. (26-11)



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Noche de gualichos, de viento arremolinado y truenos. Noche para convertirse en loba y salir a recorrer las calles, sin cansancio, sin máscaras, sin pies lastimados. Soñé encontrarte en una noche así: mirarte a los ojos y hacerte saber que el animal que se escondía en mí está ahora más vivo que nunca. El fantasma gato vuelve una y otra vez a renacer, con cada tormenta. (27-11)

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Imposible disimular. Otro gualicho que funcionó: te desaté de mí, y te fuiste volando como un cuervo en medio de la tormenta. No es como antes, Algo se rompió. Tu mar, nuestro mar ya está en calma, no volveré a navegar tus olas huracanadas. Adiós, mar azul… (25-11)



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Intoxicarse con insecticida en una habitación cerrada. Mosquitos y cucarachas. Asco del mundo, asco de mí, asco de las relaciones enfermizas. Asco, náuseas, un poco de alcohol por favor. Qué hay? Hay ganas de exorcismo autodestructivo. Hay goma espuma por todos lados. Hay aguarrás y huellas digitales. Manchas, manchas y más manchas. Tapan otras manchas escarlata. Suciedad, pureza desgastada y vieja, usada miles de veces, la misma máscara. Ya no sirve, es hora de cambiarla. (20-11)