ella no lo habìa visto.
Todavía había tiempo
para huir de un vacío
pero él decidió quedarse,
tal vez lo sorprendiera:
no fuera la niña que suponía,
no fuera la imagen que creaba.
Los clichés no habían servido,
algo en él no quería ceder
al juego que aún no comenzó;
la sintió consciente de sí,
como cualquier otra coqueta
atenta al perseguidor.
Pero no alcanzaron sus ojos
bajos, se negaban a ver
corazones, cuerpos desparramados
sin razón más que el placer.
Se sentían ineptos,
se sentían inconscientes;
él temía su juicio
ella evitaba encontrarlo.
Se alejaban del deseo
para no develar jamás
sus verdaderos nombres.