miércoles, 28 de julio de 2010
Time machine
Estar al pedo hace mal. Uno se pone a divagar (porque sabe que tiene que estudiar pero de sólo pensar que la próxima semana vuelvo al laburo me dan ganas de salir a cualquier lado) y de golpe te encontrás imaginando situaciones que nunca sucedieron y que deseás que sucedan. Como le pasa a Julieta Díaz en Locas de amor -Tuki, gracias por mostrarme una buena serie argentina-. Qué hacer ante esta clásica crisis felipista? Comer queso y leer cómics? (taaaaaaaaan tentadora la idea de buscar Lucifer para empezarla ya) Pero no. Mi cerebro de overachiever se pone a hacer sinapsis superacelerada y me enriedo entre fechas de entrega, horarios de trabajo, limpieza que tengo que hacer, búsquedas atrasadas, etc. No lo puedo evitar, me duele el estómago. Qué puedo decir? Nada. Sólo el mismo vaivén de tener que volver a la vida real y no saber si me darán las fuerzas (físicas) para atajar el maremoto que siento venir.
Ojalá pudiera quedarme a vivir en la semana pasada.
Tarde de estudio, volando
domingo, 25 de julio de 2010
Cómo terminar filosofando...
Mi hijo duerme a mis pies. La música suena en su volumen más bajo. Pienso en el angelito, y en cuánto deseo tenerlo a mi lado. ¿No es él acaso mi mayor felicidad? Sé que mi vida no sería lo mismo sin él, que en este momento está soñando conmigo, que mi vida se me está escapando y el único que puede atraparla sin romperla es él. ¿Por qué entonces a veces imagino escapes efímeros, salidas de imagen, cacerías que no se cumplirán? Es sólo un deseo inconsciente, una pantalla, la búsqueda de la adoración, el exhibicionismo que hay en mí y que jamás me atrevo a dejar salir. ¿Podría mostrártelo sin que te escandalices? ¿Podrías comprenderlo? No quiero tener que huir de aquí. No quiero perder lo que nos une. Soy sólo lo que te muestro, y nada más, aunque me guste fantasear lo contrario.
(me duelen las entrañas)
(me duele lo que no puedo tener)
(igual que a Alejandra)
Es hora de las pesadillas. Es hora de huir del sueño. Por eso me duele, porque no quiero dejarme ganar. La luz de las velas es tan cálida, quiero quedarme así un rato más, disfrutar de la noche. De tener este tiempo para mi soledad y que las palabras broten como se les dé la gana, sin límites ni párrafos. Al ritmo de una música que hace vibrar algo que está más allá de la consciencia. No comprendo la mitad de las cosas que me pasan, ni espero hacerlo, no quiero alcanzar la iluminación. Sólo aspiro a alcanzar la paz espiritual. No necesito todo el conocimiento del mundo para lograrlo. A veces un gesto afectuoso tira la piedra que me acerca al cielo de mi rayuela, y creo estar a un paso del kibbutz. Pero violentamente me son devueltos los sentidos y el kibbutz se aleja de mi mano. ¿Será ése el camino correcto? ¿O la salvación está en otra dirección? Necesito cada vez más espacio para escribir, para vomitar tinta. No hay otros escapes ahora disponibles para mí, sólo estas líneas escondidas que son parte de un autoexamen nocturno, producto del insomnio, del dolor, del miedo al sueño. Del miedo a lo que puede pasar mañana, a lo que me espera en una nueva semana. Porque sigo siendo una niña cobarde, después de todo. Porque esa parte de mí es la única que puedo ver algunos días, y pica, es un escozor constante, tratar de encontrar lo que es correcto para mí. Desconozco otras opciones, me gustaría explorarlas todas. Sé que tengo tiempo, a pesar de sentir que debo apurarme, que no me alcanza. ¿Pero soy realmente feliz con lo que tengo? ¿Me siento completa? Me he perdido más de una vez. No valoro lo que he alcanzado. Siempre deseo más, no soy conformista.
Soy feliz viéndote sonreír…