Ella se
compró un gato y sus reacciones se volvieron más instintivas. La planta que él
le había regalado –la de las flores color naranja-, murió devorada por tres
orugas horrorosas. Él jamás se enteró de que la tiró a la basura. No se enteró
de nada más, porque no lo deseaba: en algún punto sabía que sus sentimientos
por ella se habían retorcido en una maraña de resentimiento, envidia y tardes
imposibles. Ella se imaginó que él había tirado todas sus cartas, y no pudo
contener una lágrima. La muerte de las palabras siempre la había entristecido.
Al final entendió que la ira era un motor poderoso, pero imposible de mantener
a largo plazo. Él se arrojó a la rutina que siempre había odiado, de cabeza y
sin pensarlo, porque no había otra opción. Y así empezó a mostrar a los dientes
ante la menor turbulencia. La música ya no lograba calmarlo, sólo en soledad y
silencio escuchaba su propio latir. Hubiera querido arrancarse de encima la
duda de lo que podría haber sido; ella lo deseaba también.
domingo, 24 de junio de 2012
viernes, 15 de junio de 2012
Movimiento continuo
Vos hamaca,
yo tobogán,
tan diferentemente
iguales.
Levito en tu música,
Levito en tu música,
nadás en
mis palabras.
Lo que gestás
en sueños
es lo que escondo.
(Tu tranquilidad
en el camino,
mi apuro
hacia las metas.
Tu alma
quiere viajar,
la mía
desea estar aquí.)
No te dejaré
caer
entre plurales
indecisos.
Sólo en
verso y bailes,
deseo poseerte sin posesión.
deseo poseerte sin posesión.
Entintarte cada
vez
sin pedir nunca
de más.
Transición
pura.
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