domingo, 24 de junio de 2012

Inasible


Ella se compró un gato y sus reacciones se volvieron más instintivas. La planta que él le había regalado –la de las flores color naranja-, murió devorada por tres orugas horrorosas. Él jamás se enteró de que la tiró a la basura. No se enteró de nada más, porque no lo deseaba: en algún punto sabía que sus sentimientos por ella se habían retorcido en una maraña de resentimiento, envidia y tardes imposibles. Ella se imaginó que él había tirado todas sus cartas, y no pudo contener una lágrima. La muerte de las palabras siempre la había entristecido. Al final entendió que la ira era un motor poderoso, pero imposible de mantener a largo plazo. Él se arrojó a la rutina que siempre había odiado, de cabeza y sin pensarlo, porque no había otra opción. Y así empezó a mostrar a los dientes ante la menor turbulencia. La música ya no lograba calmarlo, sólo en soledad y silencio escuchaba su propio latir. Hubiera querido arrancarse de encima la duda de lo que podría haber sido; ella lo deseaba también. 




3 comentarios:

José A. García dijo...

Nunca suele haber respuesta en los momentos en que as palabras huyen hacia su muerte.

O una pareja, que no es otra cosa que otra palabra.

Saludos

J.

Pili (Como Cher...) dijo...

Todas las muertes son terriblemente tristes por ser irrefutables...

.b- dijo...

me gusta mucho este final, es muy lindo :)