lunes, 4 de marzo de 2013

Les dije...

Yo no miento. No miento ni digo malas palabras, señor lector, pero en algunas noches calurosas -como ésta- las ficciones me ayudan a sobrevivir. Mejor dicho, son lo único que me salva. A pesar de ese innegable hecho, ya han pasado algunos meses desde la última vez que me senté a mentir, digo, a escribir. Usted sabrá disculparme, estaba enamorad@, ya le habrá sucedido: el tiempo se mueve a su antojo y cuando se quiere acordar tiene un anillo colgando en alguna parte del cuerpo. Pero yo no, todavía no, no así. Lo que perdí -y cómo lo perdí- no tiene nada que ver con eso. Para qué se lo cuento, entonces. Se lo cuento porque ése fue el comienzo, porque sigo confiando en que toda historia que empiece por el amor terminará en el mismo lugar, o al menos en la búsqueda de él, que no es una empresa a la cual se deba subestimar...



Que tengo mil inicios de historias y ningún final.

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