miércoles, 18 de abril de 2012

Insurrecto

Todo lo que la asusta le socava los pulmones. Todo lo que la persigue le apunta a la garganta. Porque uno tras otro se le rompen los castillos, con foso, puente levadizo y lo demás. Caen como una explosión programada al ritmo de la música de negros que le dejaron y que se le pegó. No sabe cómo detener lo que ya está en marcha. Las palabras ahora son inútiles, especialmente los ruegos. Caer de rodillas le deja raspones que no la hacen llorar. Se entretiene con otras armas ingeniosas, de las que que no sirven para defenderse, que se la llevan de la rutina. La única opción es entregarse al tiempo y lo sabe, pero se re-niega; le molesta la espera. Ya no puede esperar. No sabe hacerlo, porque la quietud la ahoga. No sabe callarse, no sabe porqué todo desaparece, no sabe que ser sumisa no es lo que le toca.
Porque el sentimiento, volverá. Lo sabe. Una y otra vez la causalidad le arma rayuelitas en las esquinas, en direcciones diferentes. Y si no las encuentra, se las busca. Encuentra mil formas de escapar de la hora muerta, de lo que debería, de lo que no está en sus libros, de lo que no alaba. Cuando se reinvente, lo sentirá otra vez. Aunque las caídas le dejen cascaritas rojas, todas las personas que lleva en sí la putean hasta que se vuelve a parar. Mil veces, en mil años, en mil almas. Todo lo que siente cambiará.

2 comentarios:

José A. García dijo...

Es un círculo vicioso, sin principio, pero, también, sin final...

Saludos

J.

Pili (Como Cher...) dijo...

Pasé, leí y me gustó, seguiré leyendo... Un saludo.