miércoles, 4 de mayo de 2011

Malditas dualidades internas

Últimamente mis impulsos están volcándose hacia un conservadurismo que no me agrada en absoluto. Me olvidé de mi motivo para estar acá, y me tiré adentro de la estructura más grande que podía encontrar: la idea de una familia propia. Se supone que yo debería estar rompiendo estructuras, no creándolas. ¿Se supone? ¿Quién supone? Varias personas ya me han dicho que soy muy joven, que tengo que "disfrutar la vida", que no es tiempo de "sentar cabeza". Discúlpenme, pero yo tengo la cabeza "sentada" hace rato. (Nunca fui una persona fiestera, y tampoco considero que haya muuucho más para descubrir en el mundo.) Ay, sí, peco en seguridad, peco en.... ¿egoísmo? ¿Cuál de las dos yo que en este momento discuten soy realmente? (si es que soy alguna de las dos... o quizás otra. Quién sabe). Las reuniones queer me ayudaron a volver a mirarme desde la categoría mujer y desde lo que se espera de mí, y también recordar que todo eso es posible de ser cambiado. Y las entrañas me gritan otro discurso, el de un nido al cual volver en las noches de frío, una red de seguridad que dejó de ser mirada con desconfianza para transformarse en algo totalmente indispensable. ¿Cuándo dejé de mirarme al espejo y empecé a vivir en esta dimensión paralela? A mi yo del 2008 le hubiera dado asco la que hoy está escribiendo esto. Sé lo que quiero, pero no quiero quererlo. Quiero otra piel.

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